jueves, 12 de octubre de 2017

EL NIÑO OCULTO




EL NIÑO OCULTO
Cuenta esta leyenda que en algún lugar de México, en la noche que va del 1 al 2 de Noviembre, un niño vagaba muy tarde por entre las casas del vecindario pidiendo dulces. Un vecino, alarmado por la presencia del niño en un sitio no muy seguro y acercándose la madrugada, le dijo desde su ventana que se fuera a su casa. Pero el niño insistió: Necesito dulces para llevárselos a mi amigo, que está allá, en su casa, y no puede salir.
El hombre miró en dirección a la mano del niño, que señalaba una casa cercana, y le dijo: No digas tonterías, esa casa ha estado abandonada por años. El niño, sin embargo, insistía y afirmaba que debía regresar con dulces para su amigo, ya que éste estaba impedido de traspasar la puerta. Finalmente, queriendo demostrarle al pequeño que sufría de un exceso de imaginación, el hombre salió a la calle y se ofreció a acompañarlo hasta la casa en cuestión. 
Al llegar, el hombre notó una atmósfera extraña, como si la casa, que había estado deshabitada por años, albergara ahora alguna presencia. El niño señaló una pesada puerta de hierro con barrotes. No había nadie. El hombre se acercó para mostrarle que estaban solos, cuando de pronto, en la oscuridad, emergió la figura, pálida y casi transparente, de un niño de corta edad con la mano extendida, como en espera de recibir un regalo. El hombre casi muere del susto.
Regresó corriendo a su casa, cerró la puerta y pasó el resto de la noche temblando. 
A la mañana siguiente, fue a contar la sucedido a una anciana mujer, que en el pueblo era considerada experta en cuestiones esotéricas. Sin inmutarse, comentó: De modo que Miguelito ha vuelto. Y relató al hombre la historia: hacía muchos años una mujer había dado a luz a un niño fuera del matrimonio.
El muchacho que había traicionado su afecto había huido lejos del pueblo y los esfuerzos por encontrarlo y obligarlo a tomar responsabilidad por lo ocurrido habían sido vanos. El padre de la joven no quería que su hija fuera la burla de la sociedad, de modo que ocultó al recién nacido, al que llamaron Miguel, en una habitación en el fondo de la casa y prohibió a la familia que revelara el secreto. El niño creció allí, cuidado por su madre, pero solitario y taciturno. A los pocos años, la joven y murió; algunos dicen que se trató de un suicidio. Su padre, abuelo de Miguel, enloqueció de dolor y huyó con el resto de la familia, abandonando la posesión de la casa. Sin embargo, por increible y cruel que parezca, dejaron solo a Miguel, que no tendría más que unos cinco o seis años. Desde el fondo de la casa nadie escuchó sus pedidos de auxilio y es posible que haya muerto lentamente de hambre. Su fantasma habita ahora la casa, agregó la anciana mujer, y se aparece a los niños del vecindario que se acercan para pedirles algo de comida, que en vida le fuera negada. Se hace visible durante la festividad del Día de los Muertos, bien porque su muerte coincidió con la fecha, bien porque la abundancia de comida y alegría atraen a su pobre espíritu.




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LA NOVIA ASESINA

vivía una hermosa joven de buena familia que ya había entrado en edad casadera. Muchos hombres de la ciudad la cortejaban esperando obtener sus favores, pero la joven era un tanto presumida y no parecía conformarse con ninguno de los galanes que la acosaban. Sus padres la animaban a hacer su elección, pero ella demoraba el momento, no por falta de interés sino en pos de conseguir al mejor partido.
Fue así que la joven conoció, dicen que por casualidad, a un caballero extraordinariamente apuesto, de excelente educación y mejores modales. La joven se enamoró inmediatamente y esperó ansiosa la proposición matrimonial de este hombre, que no tardó en llegar. No obstante, él impuso una condición arriesgada para la época: debía conocerla en la intimidad, un pedido que era conocido en tiempos antiguos como "la prueba de amor". La joven dudó al principio, pero era tal la fascinación que sentía por el muchacho que se avino a su pedido. Para su alivio, nada cambió después de que se hubiera consumado la por ahora precaria unión. 
El día de la boda, por fin, llegó. A la hora señalada se presentaron en la iglesia gran cantidad de invitados. La novia lucía un vestido impactante, y las celebraciones planeadas rivalizaban con las de una princesa. Cierto malestar comenzó a notarse cuando los minutos transcurrieron y el novio no se hacía presente.
El malestar se trocó en indignación al cabo de pocas horas, y en alarma cuando el novio fue buscado en los lugares que solía frecuentar, su domicilio y todo sitio disponible en Ciudad de México, y no fue hallado. La boda se suspendió, y la joven mujer se sumió en la depresión más profunda. 
Los días pasaron.
Sin novedades del novio, los padres y familiares de la novia desistieron de seguir buscándolo. Todos comentaron con cierta resignación que la mujer había sido afortunada, ya que se había librado de un timador sin pagar los costos por ello. Nadie sospechaba del terrible secreto que la desafortunada joven guardaba, en una época en la que la virginidad femenina era considerada requisito indispensable para el matrimonio.
Semanas después la jovencita seguía echada en su cama, sin ganas de continuar su vida, contemplando su vestido de novia. Una tarde, en la que se encontraba sola en la casa a excepción de la servidumbre, vistió su ropa de novia, se paró frente al espejo, y tomando un chuchillo que había ocultado en su cuarto, se dio muerte frente a la mirada aterrada de las criadas. Enorme fue el dolor que la familia sintió. Su entierro conmovió al toda la ciudad. 
Pasaron los meses. Un día, un crimen sacudió las calles de Ciudad de México: un hombre había sido hallado muerto a puñaladas frente a una iglesia. En sus manos se hallaba un anillo de bodas. Según testimonios de personas que encontraron el cadáver a la madrugada, la sombra de una mujer que vestía atuendo de novia había sido vista en los alrededores.
Los familiares de la joven muerta, temerosos de lo peor, acudieron secretamente al cementerio. Al abrir el ataúd, hallaron la sorpresa aterradora que esperaban evitar: no había cadáver en la tumba. Que aquel hombre asesinado a puñaladas en la iglesia era el mismo que había engañado a la joven y faltado a su palabra fue corroborado prontamente. Desde entonces el rumor cuenta que un nuevo fantasma vengador existe en Ciudad de México, y que asesina sin piedad a los hombres que destruyen los sueños y reputación de las mujeres con las que coquetean.
Esta leyenda guarda similitudes con la de la Lola y la de la novia del cementerio, ambas provenientes de Chile. 





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Santuario de Cocharcas (Apurimac)

Santuario de Cocharcas (Apurimac)


El origen de este santuario lo inicia un indio llamado Sebastián Quimichi, nacido en Cocharcas, Provincia de Chinchero en Andahuaylas.



Sebastián era bueno, honrado y trabajador, pero había nacido con una enfermedad congénita que lo inválido, viviendo de la caridad de las personas. Sebastián no deseando ser una carga, salió de Cocharcas (Andahuaylas) con rumbo al Cusco, con la esperanza de trabajar en esa ciudad, pero con poca suerte, pues por ser impedido físicamente, muy pocos le daban trabajo.




  • No obstante pasa por muchas penalidades, Sebastián nunca perdió la fe en Dios ni en los hombres y en esos instantes aciagos, una india de nombre Inés le aconsejo que fuera al Santuario de Copacabana y que le pidiera a la Virgen, que le ayudara a calmar sus padecimientos.



Sebastián no lo sabía, pero había sido marcado por la Santísima Virgen como instrumento de su amor a esas regiones que recién recibían la luz del evangelio, pues Dios usa a las personas más modestas, para hacer su voluntad.



Una vez en Copacabana, la Virgen le concedió el milagro de curarlo de su invalidez. Entonces feliz de haber encontrado esta gracia, quiso estar cerca de la Virgen y pidió trabajo en el Santuario, realizando labores como personal de limpieza, portero, campanero, etc.



Diez años después Sebastián decide regresar a su pueblo, pidiendo como pago de sus servicios se le concediera una réplica de la imagen de la Candelaria, para llevarla a su pueblo natal y fomentar su culto en gratitud al milagro que había alcanzado tan generosamente.



Sucede que esos momentos, estaba en Copacabana, visitando el Santuario de la virgen, un buen clérigo argentino de nombre Hermano Camargo, quien al conocer la historia de Sebastián, le encargo a Tito Yupanqui, escultor que había hecho el original, para que realice dos copias, una de tamaño natural y otra de 50 cm, con la idea de llevarla a todos los pueblos, para promover su culto y pedir limosna para la construcción de su santuario.



Ya terminadas las réplicas de tan hermosa escultura, Sebastián regreso orgulloso a su pueblo de Cocharcas en Andahuaylas, donde con las limosnas obtenidas en el trayecto, comenzaron a levantar un santuario, que una vez terminando y por disposición del primer Obispo Ayacucho Fray Agustín Carvo, señala como inicio del culto en honor a la Virgen un 8 de Setiembre de 1598, en lugar del 02 de febrero, pues este mes es de temporada de lluvias y crecida de los ríos, haciendo difícil y peligrosa la concurrencia de peregrinos.



Monseñor Fidel Olivas Escuderos, Obispo de Ayacucho, deseando hacer crecer el culto a la Mamacha Cocharcas, mando hacer un diminuta imagen de la Virgen de Cocharcas, con la piedra llamada Huamanga, conduciendo esta pequeña imagen por toda la región del Mantaro, donde los indios la veneraban, danzaban y daban limosnas para hacer su santuario.



Es por esto que se supone que esta imagen fue traída a esta región para recoger la limosna y por causa desconocida, tal vez por robo o por muerte del que la trasladaba, quedo al pie del cerro del barrio Llamus (hoy anexo de Cocharcas), en una vertiente de agua cristalina, que no deja de brotar. Una vez encontrada tan bella imagen fue trasladada a la Iglesia de Sapallanga, sin que se pueda precisar la fecha, pero la tradición asegura que esto ocurrió hace más de 300 años.


  1. Santuario de Cocharcas
    Santuario de Cocharcas - Virgen de Cocharcas




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